La violencia es el virus más letal que tiene el erotismo. Una relación violenta no puede llevar a una sexualidad plena, y si eso ocurre (como en los casos de las parejas que necesitan agredirse para luego vivir un sexo intenso) estamos hablando de un vínculo poco saludable.
Hay diferentes formas de violencia, y específicamente de violencia sexual. Desde la “violación marital” hasta situaciones más sutiles de chantaje emocional, indiferencia y comentarios degradantes encontramos toda una gama de actos violentos. Si nos ponemos a pensar, vamos a encontrar en nuestra historia o incluso en el presente diferentes situaciones íntimas en las que se presentan conductas violentas.
Para prevenir o resolver hechos de este tipo es importante tener algunos conceptos claros.
• La violencia sexual va más allá de agresiones evidentes. Tenemos que aprender a reconocer ciertos comentarios, conductas y omisiones como actos que lastiman.
• No solo los hombres son violentos, las mujeres también pueden lastimar física y psicológicamente a su pareja (aunque el método suele ser diferente).
• Vamos a deshacernos de esos prejuicios que nos atrapan en relaciones violentas: “por más que me maltrate no hay otra persona que me pueda querer”, “alguna vez va a darse cuenta de lo que hace y cambiará”, “si me agreden es porque no valgo y me lo merezco”, “hay que aguantar por los hijos”.
• Si reconocemos tener comportamientos violentos, la conciencia y el análisis de la situación nos ayudarán a modificarlos.
• Si sufrimos actos violentos de nuestra pareja, aprendamos a poner rápidamente un límite y analicemos por qué los permitimos.
La salud sexual empieza por relaciones sanas, equitativas y sin rastros de violencia. No permitas que una mano dura o unas palabras humillantes te lastimen. Una pareja se construye a partir del afecto, el respeto y la confianza, y cualquier tipo de violencia nos alejará del amor verdadero y de la complicidad sexual.
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