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Introducción:
Si nuestros deseos se generan por la presencia de los demás, si el juicio que hacemos de nosotros mismos es el resultado de una comparación, la vida, en su impetuoso fluir, es dejarse arrastrar por esta corriente. Es aceptar, u olvidar, o no querer saber, que una gran parte de nuestros deseos penetra desde afuera, que la idea que tenemos de nosotros mismos es el murmullo de una multitud, el reflejo de sus palabras. Que no poseemos una sustancia íntima, autónoma, independiente.
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