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LA LIMPIEZA DEL INTESTINO GRUESO Y LA CURA DE LAS UVAS




La limpieza del intestino grueso y la cura de uvas puede curar o mejorar muchas enfermedades, incluído cualquier tipo de cáncer.

Aquí me veo forzado a escribir de un tema que me resulta sumamente triste y doloroso, se trata de la enfermedad y muerte de mi mujer, y me veo forzado a ello pues si en este libro hablo de la curación de cancerosos, omitir que mi mujer murió precisamente de cáncer sería un fraude al lector. De su enfermedad aprendí y aquí lo voy a explicar:



Mi mujer tenía muchas virtudes, pero también un gran defecto: descui­daba su salud, y uniendo este defecto con mi ignorancia sobre la importan­cia de la higiene del intestino grueso y de todo el organismo y con la de los médicos naturalistas y de los naturalistas ( no médicos ) sobre este tema de la higiene, excepto la señora Anne Beeken a la que mi mujer no le hizo ca­so, como luego explicaré, produjo el resultado de que mi mujer murió fal­tando pocas semanas para que cumpliera los 46 años.



Yo había leído muchos casos de enfermos que habían sido curados por médicos naturalistas y por naturalistas de enfermedades declaradas como incurables por la medicina alópata, por esto acudí a ellos, pero uno a uno me fueron decepcionando. Veía que la hidroterapia, la geoterapia, el cloru­ro de magnesio, el llantén y la macrobiótica que los libros dicen que habían curado a muchos enfermos, no produjeron mejoría en mi mujer. O sea, veía un abismo entre lo que leía en los libros y mi mujer que empeoraba.



Esto me creó una fuerte confusión, hasta que logré explicar, aunque demasiado tarde, por qué mi mujer empeoró y lo que había que hacer para curar. Este descubrimiento hizo que cambiara mi anterior posición de aceptación de la medicina natural a una posición crítica, y por esto ahora crítico hasta los tratamientos que han usado los médicos naturalistas para curar a los cancerosos.



Pero vayamos al principio: mi mujer desde los 20 años padecía de mi­grañas, primero esporádicas y débiles y luego periódicas y fuertes, llegando a durar de 4 a 5 días al mes, casi siempre coincidiendo con la menstruación, y para aliviar el dolor se tomaba varios analgésicos durante esos días. Dada la relación entre las migrañas y el estreñimiento, con mucha frecuencia le preguntaba sobre este tema y siempre me decía que se encontraba bien de vientre.



A consecuencia de sus periódicas migrañas, el 24 de julio de 1.977, visi­tamos en Madrid al Dr. Eduardo Alfonso, médico naturalista y autor de varios libros y que el 17 de abril de 1.981 recibió un homenaje en la II Con­vención Hipocrática de Médicos Naturalistas. Le prescribe un régimen die­tético no muy diferente del que ya tenía y no obtuvo ninguna mejoría, y este fue el comienzo de una serie de visitas durante las cuales mi mujer em­peoró hasta morir.



Luego visitamos a un médico acupuntor y mi mujer consigue alguna mejoría. En 1.984, teniendo 42 años, le aparece un pequeño tumor en la mama izquierda y que con el tiempo crece, y dos años más tarde, le aparece otro tumor en la mama derecha que también crece.



En 1.985 mi mujer visita a otro médico naturalista. Le prescribe algu­nos alimentos que sólo venden las tiendas dietéticas, cloruro de magnesio, tisanas de algunas plantas, ejercicios respiratorios, hidroterapia, geotera­pia y homeopatía. El resultado es nulo.

El 3 de abril de 1.986, cuando ya el tumor de la mama izquierda era muy grande, visitamos a la señora Anne Beeken. Le prescribe unas plantas medicinales y oligoelementos. Luego visitamos a dos naturalistas más con los que tampoco obtiene ninguna mejoría, al contrario, le prescribieron aplicar arcilla en la zona del tumor, y este, en vez de disminuir, aumenta. Debido a que los tumores de ambas mamas crecen, en agosto de 1.986 es examinada por médicos alópatas y uno de ellos le dice que tiene cáncer de mama, y probablemente también en los huesos. Yo cada día estoy más preocupado y viendo que médicos naturalistas y naturalistas eran incapaces de curarla, dándole vueltas a mi cabeza, se me ocurre que tal vez la medici­na antroposófica sea más eficaz. En esta isla no conozco que viva algún médico antroposófico y en la península sólo parece que hay una doctora en Madrid. Le telefoneo y acordamos una consulta para el 8 de septiembre de 1.986. Yo esperaba que el Iscador, medicamento muy usado por la medi­cina antroposófica, pudiera curarla, pero la doctora me dice, en ausencia de mi mujer, que ya no hay nada hacer pues el cáncer está demasiado ex­tendido ya que tiene ganglios inflamados en la zona abdominal y en las axi­las, yo casi me desmayo.



Volvemos a Las Palmas y en el aeropuerto le pido a mi mujer que haga una cura de uvas de por lo menos un mes. Mucho ten­go que rogarle para que termine por aceptarla. Como estaba desesperado, busco por todas partes y como me habían hablado de una persona que ha­bía conseguido asombrosos resultados por un método mental, lo localizo y el 12 de septiembre de 1.986 nos visita, trae a una señora quien declara que recientemente la había curado de cáncer de mama y de pulmón. El me habla de todos sus éxitos, nos dice que cura por viaje astral y explica a mi mujer lo que tiene que hacer, y de repente, me llevo la gran sorpresa de que se mete con la alimentación y le dice a mi mujer que debe de comer de todo, esto produce tanta alegría en ella como tristeza y nerviosismo en mi. Me encuentro impotente, y así la cura de uvas prevista para por lo me­nos un mes queda reducida a dos días. Dice que en un mes se encontrará mejor, pero pasa un mes y casi dos y no mejora.



Conozco tres dietas que han curado a cancerosos: cura de uvas, ali­mentación crudívora y macrobiótica. Dado que mi mujer había rechazado la cura de uvas y que la alimentación crudívora creo que aun es más sacrifi­cada que la cura de uvas, le propongo la macrobiótica, pero la rechaza. No obstante me visita un macrobiótico, mi mujer, para no verlo, sale a la calle, pero al regresar aun estaba, y le dice que en 10 días empezará a encontrar mejoría en los tumores de las mamas. Esto la anima mucho, pero pasa el tiempo y la mejoría no llega. Con la macrobiótica está casi 9 meses y em­peora. El 30 de mayo de 1.987 cae en cama, no puede sostenerse de pie pues el tronco se le inclina hacia adelante. Comienza a tener dolor en la cadera izquierda y todas las noches necesita, para dormir, un somnífero y un anal­gésico. Los dolores de la cadera izquierda van en aumento y durante 3 no­ches los dolores son tan intensos que no la calman los analgésicos en forma de supositorios. Llamo a un médico alópata que le inyecta un analgésico y así consigue que se calmen los dolores. Le vuelvo a proponer que haga una cura de uvas, no quiere, pero después de rogarle, acepta.



Debido a que la señora Anne Beeken se había curado, como ya expuse, con ayuno y cura de uvas, le telefoneo y viene enseguida, la observa con el aparato del Dr. Reckeweg. Me dice que siente mucho tener que decirme la verdad, pero que está muy mal, que duda poder curarla y que hará todo lo que pueda. Con la cura de uvas y las enemas, sorprendentemente, día a día van disminuyen­do los dolores hasta que llega una noche en que no necestia ni somnífero ni analgésico. Era evidente que lo único que había sido eficaz en más de diez años de tratamientos con médicos naturalistas y con naturalistas, ha­bía sido la cura de uvas y las enemas.



Pero desgraciadamente comenzó la cura de uvas cuando ya el cáncer le había invadido casi todo el cuerpo, ya lo tenía en la zona abdominal, en los pulmones y en la cabeza. Con esta cura estuvo 17 días. La dejó porque le apareció colitis y se le hinchó la zona abdominal. Pienso que si la cura de uvas la hubiera hecho un año antes, cuando se lo pedí en el aeropuerto de Gando, probablemente se hubiese cu­rado, pero un charlatán que decía que curaba por viajes astrales me lo impidió.



Después de dejar la cura de uvas, vuelve a comer como antes y le vuel­ve a aumentar el dolor de la cadera izquierda y temiendo que esos dolores aumentaran demasiado, el 27 de septiembre de 1.987 decidimos que ingresa­ra en una clínica. Allí es muy bien atendida. La señora Anne Beeken me propone que pida un medicamento a Alemania que cura el cáncer ( si no es terminal ), no tiene efectos secundarios y alivia los dolores. Después de mucho esperar al fin llega y así pasa de tomar hasta 5 analgésicos al día, a tomar sólo uno por la noche. Pero su debilidad y dificultad para respirar continúan aumentando. Temo que muera asfisiada. La noche del 11 al 12 de diciembre de 1.987 pide que le pongan una inyección para poder dormir, dada su manifiesta debilidad presiento que esas ivan a ser sus últimas pala­bras. Al día siguiente tiene los ojos medio abiertos y no contesta cuando se le pregunta algo, por la tarde muere suavemente. El médico me dijo que no había visto ningún caso de muerte de cáncer sin dolor, pues curiosamen­te las dos últimas semanas de su vida las pasó sin ningún dolor. Recuerdo que el médico le preguntaba preocupado “¿Tiene dolor?” y mi mujer le respondía que no con movimiento de cabeza.



De toda la enfermedad de mi mujer, lo que más me impresionó fue que lo único que se había mostrado eficaz en más de diez años de tratamientos, era la cura de uvas acompañada de enemas. En los libros había leído mu­chos casos de curaciones de cancerosos, yo mismo había conocido a algu­nos de ellos, pero en lo que hacía referencia a mi mujer, la curación no parecía tan sencilla. Había leído casos de curaciones de cancerosos con ar­cilla, pero a mi mujer la arcilla le fue mal pues el tumor aumentó; lo mismo puedo decir de la macrobiótica, del magnesio y del llantén, hierba que to­mó en cantidad. En cambio con la cura de uvas apareció una rápida mejo­ría aunque lamentablemente, la empezó demasiado tarde para poder curarla, pero ¿por qué precisamente la cura de uvas, junto con enemas, fue lo único que se mostró eficaz? Esta fue la pregunta que me hice. La respuesta tenía que encontrarla en algo que diferenciara la cura de uvas de la hidroterapia, geoterapia, fitoterapia, magnesio, macrobiótica y homeopatía que usó sin éxito. Pronto hallé la respuesta: como mi mujer durante la cura de uvas y las enemas continuó haciendo de vientre, la limpieza del intestino grueso que suponía no tomar nada sólido y continuar evacuando, era lo que había producido la mejoría de mi mujer, mejoría que no podía producir los de­más tratamientos que permiten consumir alimentos sólidos.



Por lo tanto llegué a la conclusión de que la mayoría de las enfermedades orgánicas se originan por suciedad del intestino grueso y por esto, para curar hay que limpiar este órgano lo cual sólo se consigue con enemas y ayuno o dieta líquida. Ahora me asombra que esto, tan sencillo, haya tardado tanto tiem­po en llegar a saberlo.



Pero tenía que comprobar que esta hipótesis de que la mayoría de las enfermedades orgánicas se originan por suciedad del intestino grueso, era correcta. Al poco tiempo de morir mi mujer, tres sucesos confirmaron la certeza de esta hipótesis:



1-Visité a un amigo que había tratado a mi mujer y me dice que ella había padecido de estreñimiento desde su niñez y que para hacer de vientre, cada dos días se ponía un supositorio de glicerina. Ella me lo había oculta­do, supongo que para que no le reprochara su alimentación escasa en fibra. Con esta información me explico sus misteriosas migrañas y la aparición y crecimiento de los tumores en las mamas.



Por otra parte visité a la señora Anne Beeken y me dijo que en una ocasión en que mi mujer la visitó sin que yo la acompañara, le dijo que para curarse tenía que hacer una cura de uvas. Mi mujer, pese a que yo le había dicho que esta señora se había curado de cáncer de hígado en 75 días con enemas, ayuno y cura de uvas, le dice que no cree en eso y que por lo tanto no hacía la cura de uvas. Yo estoy convencido que no haberle hecho caso en aquella ocasión, le costó la vida. Se guió por su creencia y no se molestó en buscar la verdad.



2-El 31 de diciembre de 1.987 fuí a la única librería de Las Palmas especializada en temas de esoterismo y medicina natural y allí me llevé la sorpresa de que me encontré con un libro titulado Limpieza de los tejidos a través del intestino donde su autor, el Dr. Bernard Jensen, sostiene lo mis­mo que yo había descubierto recientemente. Pienso que si este libro hubiese caído en mis manos uno o dos años antes, mi mujer hoy estaría curada.



3-Casualmente me encuentro con mi amigo J.J.S.S. que me dijo que padecía de estreñimiento rebelde desde su niñez y donde médicos alópatas y dos naturalistas habían fracasado. Le dije que entendía que no lo hubie­ran curado sin que le limpiaran el intestino grueso y que confiaba que con dieta líquida se curaría. Debido a la decepción que le habían producido los anteriores fracasos, creía que su mal jamás tendría remedio, y con escasas esperanzas en curar su crónico estreñimiento, realiza la cura de uvas, y con gran sorpresa suya, se libró de un mal que padecía desde su niñez.



Esta curación constituyó para mi una evidencia de lo erróneo que son los tratamientos de los médicos naturalistas. Además, como ya expuse, mé­dicos naturalistas y naturalistas fracasaron al tratar a mi mujer, y vaya us­ted a saber cuantos enfermos más hay en el mundo que no son curados ni por médicos alópatas ni por médicos naturalistas pues hay personas que to­mando salvado y otros laxantes les va bien para el streñimiento, en cam­bio otras personas no siente ninguna mejoría. Lo mismo se puede decir del cáncer, a unas personas les va bien la hidroterapia, o la geoterapia, o el mag­nesio, o la macrobiótica, o el llantén, etc. pero otras personas no mejoran con estos tratamientos. ¿Por qué ocurre esto? Pues porque las personas que se curan con estas terapias no tienen muy sucio su organismo y por lo tanto estas terapias pueden ejercer sus benéficos efectos.



En cambio, las personas que no curan con estas terapias se debe a que la suciedad de su organismo es muy grande y sólo eliminandola es posible la curación. O sea, si a un enfermo se le aplica esas terapias que no limpian el organismo, el enfermo, si cura, su curación sólo es aparente, o puede empeorar, y en caso de cáncer o de otra enfermedad grave, el resultado puede ser fatal, y esto fue lo que le pasó a mi mujer. Por lo tanto encuentro peligroso tratar a un enfermo con terapias que no limpien su organismo.



Antes creía que el ayuno y la dieta líquida eran unos, entre muchos, de los tratamientos terapéuticos, pero lo ya expuesto me mostró que eran los mejores Tratamientos ya que eliminan las causas de las enfermedades, y no los sintomas. Esto hizo que me interesara más por el ayuno y por la dieta líquida, leyera más libros sobre estos temas y así me enteré de que los partidiarios del ayuno ( y que puede extenderse a la dieta líquida ) se llaman “higienistas” y que el higienismo surgió de modo organizado en Estados Unidos, sobre 1.820. Los pioneros fueron los doctores Isaac Jennings, Sylves­ter Graham, Russell Tralí y George H. Taylor. Además me enteré que exis­ten asociaciones y revistas higienistas en varios países.






En cambio las demás medicinas no limpian sino que usan tratamientos paliativos, a veces con muy buenos resultados, pero por muy buenos que sean los resultados, como estos tratamientos no eliminan la causa que ori­gina las enfermedades, y que es la suciedad, no son tratamientos que pue­dan considerarse como satisfactorios. O sea, tanto antes como después de estos tratamientos, la suciedad continúa en el intestino grueso, en el apén­dice, en los riñones y en todos los demás órganos. Por lo tanto la curación es aparente, y más que curación lo que hay es encubrimiento de la enferme­dad, y ésta puede manifestarse en cualquier momento. Veamos un diagra­ma sobre esto:






Entre todos los proverbios de medicina que he conocido, el de Hazrat Alí es el que he encontrado que tiene más sabiduria y belleza, pero además es un proverbio enigmático, por ésto sólo puede apreciarlo quien lo entien­da. En la primera parte he tratado de explicar cómo en el in­testino grueso se originan las enfermedades orgánicas, y así vemos que Hazrat Alí tuvo razón cuando dijo que “TU ENFERMEDAD VIENE DE TI MISMO”. Y sin que tu te des cuenta, vas ensuciando tu intestino grueso y el resto de tu organismo, y así vas engendrando la enfermedad sin que te enteres y cuando ésta se manifieste, culparás al aire de tu catarro, al polen de tu asma y a los microbios de tu gripe, … etc.



Si el ayuno cura sin medicina que proceda del exterior, es porque la me­dicina está dentro de nosotros, pero el hombre enfermo no sabe que “TU MEDICINA ESTÁ DENTRO DE TI” y por esto la busca fuera, en los medicamentos, cirugía, rayos X, homeopatía, acupuntura, fitoterapia, hidroterapia, geoterapia, gemoterapia, cromoterapia, etc., pero ahí no está la medicina, pues la tienes dentro, pero no lo sabes, y así el homo sapiens, pese a que cuando enferma el hambre desaparece, piensa que si no come se va a debilitar y que si se debilita va a enfermar aún más, y por esto come sin hambre y así no puede actuar la medicina que tenemos dentro y el hom­bre no se cura y pasa de una enfermedad a otra recorriendo un peregrinaje de dolor y sufrimiento, y todo esto parte de que el hombre ignora que den­tro tenemos la medicina que nos limpia y limpiándonos nos cura, pero esta medicina sólo actúa cuando ayunamos o cuando practicamos la dieta líqui­da.



En cambio los animales saben que dentro de ellos tienen esta medicina y por esto ayunan cuando enferman y no vuelven a comer hasta que sanan. Si la medicina que tenemos dentro nos cura limpiándonos, es porque la suciedad produce la enfermedad y su expulsión produce la curación y esta expulsión de suciedad asombra por su cantidad y mal olor a los ayunadores y a quienes practican la dieta líquida.



Por todo esto el Dr. Janer definió a la enfermedad corno “hediondez”. De aquí que las curaciones por ayuno y por dieta líquida no son excepcionales e inexplicables sino lógicas y efica­ces como lo prueba que enfermos que no han podido ser curados ni por mé­dicos alópatas ni por médicos naturalistas, han sido curados por médicos higienistas que son los que sistemáticamente prescriben el ayuno y la dieta líquida.


La limpieza del intestino grueso por ayuno o por dieta líquida deben de realizarla periódicamente, tanto los sanos como los enfermos, por lo me­nos una vez al año, y debe de durar varias semanas.


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