Qué comes. Un estudio publicado en la revista Journal of Lipids desvelaba que si consumimos ácido eicosapentaenoico (EPA), presente en pescados como el salmón o las sardinas, nuestra piel se mantiene más lisa porque almacena más colágeno, la proteína estructural más importante. Si, además, lo acompañamos con una taza de té blanco podemos retrasar la formación de arrugas.
Hábitos. Si llevamos o no un estilo de vida saludable está escrito en la piel, que se trata del órgano más grande del cuerpo con nada menos que 1,8 metros cuadrados de pellejo por individuo adulto. Tanto es así que dermatólogos de la Universidad de Berlín (Alemania) han desarrollado un método que permite averiguar el estilo de vida y los factores de estrés de cada individuo. Y saber, por ejemplo, si fuma y qué cantidad de alcohol consume. El dispositivo tiene el tamaño de un ratón de ordenador y detecta los niveles de antioxidantes en la piel usando únicamente un haz de luz.
Arrugas y debilidad ósea. A partir de las arrugas de la piel, científicos de la Universidad de Yale (EE UU) han conseguido predecir la densidad ósea en mujeres que ya han pasado la menopausia. Y todo apunta a que cuanto más profundas son las arrugas más débiles son los huesos de las féminas y, por lo tanto, mayor es el riesgo de que sufran fracturas.
Cuánto ligas. David Ian Perrett y sus colegas del Laboratorio de Percepción de la Universidad de St. Andrews, en Escocia, han demostrado que consideramos más atractivas a personas del sexo opuesto que tienen la cara sonrojada. No en vano, la piel ligeramente enrojecida indica que recibe más cantidad de oxígeno y de nutrientes, y que los pulmones y el corazón funcionan mejor. En este sentido, el ejercicio físico y las hormonas sexuales femeninas tienden a volver la piel más rosa
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