» » El khat ¿cultura o droga?

Somalíes se preocupan por lo que pasará si ya no se vende en Inglaterra

Cuando Gran Bretaña prohíba el khat, Mohamod Ahmed Mohamed tendrá que cerrar su negocio. Pero lo que más le preocupa es qué hará lacomunidad somalí sin esa hierba que alimenta su vida social.
Puedo abrir otro negocio pero, ¿qué pasa con los jóvenes?, ¿adónde van a ir? ¿La calle, la mezquita, las drogas duras? Nos están quitando nuestra libertad. ¿Por qué nosotros? No verás nunca a nadie tirado en la calle por el khat o peleándose como hacen otros cuando están borrachos ", se preguntó ante su almacén cerca del aeropuerto londinense de Heathrow.
Mohamed abastece de khat (Catha edulis) a la mayoría de los 100,000 somalíes, así como a los etíopes y yemeníes que viven en Gran Bretaña. Su empresa ingresa más de £500,000 mensuales (780,000 dólares, 580,000 euros, 10 millones de pesos mexicanos) por la venta del estimulante.
Pero los camiones que mueven cientos de cajas de khat podrían pronto quedar parados después de que el gobierno británico anunciase su intención de prohibir la hierba, contra la opinión de sus expertos.
 
Como ir a la cantina
La noticia sobre la prohibición, que tiene aún que ser aprobada por el parlamento, conmocionó a las comunidades que mastican khat en Gran Bretaña.
El khat, también llamado miraa, ha sido usado durante siglos en el Cuerno de África. Sus ingredientes psicoactivos, la catinona y la catina, son similares a las anfetaminas pero no tan fuertes, estimulan la elocuencia de sus consumidores y les mantienen despiertos.
La mastico los viernes, es como ir al pub", explicó Mohamed, que teme que la prohibición haga que el comercio de la hierba caiga en manos criminales.
Uno de sus empleados explicó que "no es una droga, es como comer ensalada".
El khat se ha de mascar fresco. Llega a Heathrow desde Kenya al día siguiente de ser recolectado; los intermediarios lo reciben de Mohamed para venderlo por todo el país y esa misma noche puede llegar a los consumidores.
Éstos pagan unas 2.5 libras (3.90 dólares, 2.90 euros, 51 pesos mexicanos) por un manojo, que viene envuelto en una hoja de plátano. Los hombres se reúnen a masticarla en unos locales llamados "mafrishes", mientras que las mujeres lo hacen en casa.
En un "mafrish" cerca del almacén de Mohamed, los hombres mastican y toman refrescos, miran fútbol, discuten sobre las noticias del día sobre Somalia y hablan de trabajo.
No voy a discotecas, no quiero quedarme en casa. Este es mi lugar", explicó un consumidor de 23 años que no quiso ser identificado.
La gente viene aquí a hablar de sus problemas. Si no tienen un lugar para hacerlo, caerán en las manos equivocadas", dijo el encargado del "mafrish", que pidió que se le identificase sólo como Fuad.
A Fuad le preocupa que los jóvenes se vuelvan hacia el islamismo radical que se predica en algunas mezquitas de la zona.
Se han dado algunos casos de musulmanes británicos que han viajado a Somalia para luchar en las filas de Al Shebab, un grupo vinculado a Al Qaida.
Este es un lugar en el que se le puede hablar a la gente que se está radicalizando. Podemos disuadirlos", explicó Fuad, que negó que la venta del khat esté financiando a Al Shebab.
El grupo asesor del gobierno en materia de drogas tampoco lo cree. Los expertos que lo integran desaconsejaron prohibir el khat, argumentando que no hay evidencias de que sea malo para la salud salvo un número pequeño de casos en que se la asoció a problemas en el hígado.
Si no hay argumentos científicos, ¿por qué se prohíbe?", se preuntó Alí Osmán, de 36 años, instando a la ministra de Interior e impulsora de la prohibición, Theresa May, a que lo pruebe.
¿Adictivo?
Cuando anunció su decisión, May expresó su temor de que Gran Bretaña se convierta en un centro de narcotráfico hacia los países en que ya no se permite la hierba, como la mayoría de los noreuropeos. May citó además "los daños sociales y para la salud, el bajo rendimiento y la ruptura familiar".
El trabajador social Abdi Mohamed dijo haber tratado casos de consumo excesivo que provocaban un distanciamiento con la familia por pasar mucho tiempo en el "mafrish", algo que ocurre con el alcohol y el cannabis.
Tratamos de dar con el problema subyacente. El problema no es la miraa, es la persona", explicó.
Abukar Awale se convirtió en el principal defensor de la prohibición tras renunciar a su propio hábito.
Era vulnerable, estaba mentalmente herido, pensaba que todo el mundo me despreciaba. Viví un infierno. Masticaba desde las 4 de la tarde, toda la noche, y me levantaba queriendo más", prosiguió Awale, que cree que esa costumbre es el principal obstáculo para la integración.
Al igual que otros estimulantes, la catinona y la catina -que contiene el khat- estimulan la liberación de la hormona del estrés, el cortisol, y del neurotransmisor norepinefrina y elevan el nivel de la dopamina en los circuitos cerebrales que regulan el placer y el movimiento, describe el Instituto Nacional para el Abuso de las Drogas (NIDA por sus siglas en inglés) de Estados Unidos.
Después de masticar las hojas del khat se induce un estado de euforia y exaltación, así como sentimientos de mayor agudeza mental y excitación. Los efectos comienzan a disminuir después de una hora y media a 3 horas, pero pueden durar hasta 24 horas, describe el NIDA.
Al final de una sesión de khat, el consumidor puede experimentar un estado de ánimo depresivo, irritabilidad, pérdida de apetito y dificultad para dormir. Además de aumento en la presión arterial y frecuencia cardiaca.
Aunque, no está claro si el khat causa tolerancia, dependencia física, adicción o síntomas del síndrome de abstinencia, pero los usuarios a largo plazo han reportado ligera depresión, pesadillas y temblor a los pocos días de haber dejado de masticarlo.
Los somalíes, que llegaron en su mayoría huyendo de la guerra civil que sufre el país desde 1991 a Inglaterra constituyen uno de los grupos de inmigrantes más desfavorecidos. Llevaron consigo sus tradiciones, incluída la práctica de consumir khat.

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