FUENTE:http://www.bbc.co.uk/
¿Sueña con ganarse la lotería y ser feliz para siempre?
Muchos de nosotros también, pero antes de que ponga todas sus esperanzas
en un boleto, hay algo que debe saber: toda la evidencia apunta a que ni
siquiera un premio grande hará mucha diferencia al final.
Un estudio -"Ganadores de lotería y víctimas de accidentes:
¿es la felicidad relativa?"- encontró que la gente que ganó grandes
premios no eran más felices que quienes compraron boletos pero no ganaron
.Ganarse la lotería no es un tiquete a la felicidad verdadera, no importa cuán
atractivo sea imaginar no volver a trabajar nunca y poder comprar todo lo
que uno quiera.
Al parecer, si uno puede evitar las miserias básicas de la vida, tener un
montón de dinero no te hace más feliz que tener poco.
Una manera de explicar esto es asumir que los ganadores de la lotería se
acostumbran a su nuevo nivel de riqueza y sencillamente se adaptan a un
nivel básico de felicidad, conocido como la "noria hedónica".
Otra explicación es que nuestra felicidad depende de cómo nos sentimos en
relación con nuestros pares. Si uno se gana la lotería quizás se sienta más
rico que los vecinos y piense que si se muda a una mansión en otro barrio
será más feliz. Pero luego mira por la ventana y se da cuenta de que todos
los nuevos amigos tienen casas más grandes.
Tener o no tener riquezas materiales no parece hacer la diferencia para ser feliz.
El misterio
Estos dos fenómenos sin duda juegan un papel, pero el misterio más
profundo es por qué nos olvidamos de lo que nos satisface cuando
podemos conseguirlo.
Los ganadores de la lotería podrían tener en cuenta la "noria hedónica"
y el efecto de comparación social cuando se gastan la plata, y así podrían
'comprar la felicidad'.
Pero parte del problema es que la felicidad no es un atributo como la altura,
el peso o la renta, que pueden ser fácilmente medidos con un número.
La felicidad es un estado complejo y nebuloso que se alimenta de sencillos
placeres pasajeros así como de recompensas más permanentes por
actividades que sólo tienen sentido desde la perspectiva de años o décadas.
Por ello, quizás no es sorprendente que a veces nos quede difícil actuar
de manera que nos haga más felices.
Las memorias imperfectas y la imaginación hacen que nuestras elecciones
momento-a-momento no siempre reflejen nuestros intereses a largo plazo.
Parece incluso que el mero acto de tratar de medir qué nos satisface
más nos puede distraer y desviarnos de nuestro objetivo.
Un importante estudio de Christopher Hsee del Chicago School of Business
y sus colegas mostró cómo puede ocurrir.
Cuesta menos, pero gusta más, y sin embargo en el experimento no
sucedió lo lógico.
Vainilla o pistacho
El estudio se basaba en una elección simple: a los participantes se les
ofreció la opción de trabajar seis minutos por un galón de helado de vainilla
o siete minutos por uno de pistacho.
En condiciones normales, menos del 30% escoge la tarea de siete minutos,
y los que lo hacen es porque les gusta más el helado de pistacho.
Para los estudiosos de la felicidad, eso no es difícil de interpretar: los que
quieren helado de pistacho están motivados a trabajar más tiempo
por el sabor preferido.
Pero el experimento ofrece una comparación extra que es vital.
A otro grupo de participantes se les ofrecieron las mismas opciones,
pero con un sistema de puntos:
Trabajar seis minutos les daba 60 puntos; trabajar siete minutos les
significaba 100 puntos.
Con entre 50 y 99 puntos recibirían un galón de helado de vainilla.
Con 100 puntos, uno de pistacho.
A pesar de que las acciones y los efectos eran los mismos, la introducción
del sistema de puntos afectó dramáticamente la elección de la gente.
La mayoría escogió trabajar por más tiempo para ganar los 100 puntos
para poder recibir el helado de pistacho, a pesar de que el 70% dijo que
le gustaba más el helado de vainilla.
Basado en esto y en otros experimentos, Hsee concluyó que los participantes
estaban maximizando sus puntos a expensas de maximizar su felicidad.
Los puntos son sólo un medio, algo que nos permite conseguir algo que
disfrutaremos.
Pero el hecho de que esos puntos son fáciles de medir y comparar -100
es obviamente más que 60-, eclipsa el hecho de que un helado nos
gusta más que el otro.
Así que la próxima vez que vaya a comprar la lotería por el premio que
ofrecen o a escoger un vino mirando el precio o a comparar ofertas de trabajo
según el salario que le ofrecen, quizás le convenga detenerse a pensar cuán
feliz le hará esa apuesta, vino o trabajo, en vez de sólo fijarse en los números
para tomar la decisión.
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